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  LEYENDAS URBANAS
 

Las leyendas, mitos y tradiciones cuencanas, nacen en el seno de la cultura popular, transmitidas vía oral; sus pasajes han sido corregidos, aumentados u omitidos, de acuerdo al encanto y carisma de sus narradores. Muchas de estas quimeras se encuentran en la memoria de los abuelos recordándolos con simpatía, como el Cura sin Cabeza, los Gagones, el Farol de la Viuda, entre otros.
Sin embargo el desarrollo mitológico de estos personajes es desconocido por gran parte de los cuencanos, haciendo que las pocas historias se mantengan como una propia identidad para el deleite de propios y extraños. "Cuando no existía energía eléctrica en la ciudad, los moradores, crearon mitos y personajes mitológicos, para educar y entretener a los mismos", según el Lic. Jorge Castillo.
Como consecuencia de estas manifestaciones populares creadas por los pobladores de la vieja ciudad nacieron:

LOS GAGONES La gente atribuía una imagen de un perro blanco falderillo, este animal que aseguraba la gente ingenua, aparecía tan solo por la noche y daba gemidos semejantes a los que produce un niño de pocos días de nacido; se dejaba ver cuando mantenían relaciones ilícitas personas de parentesco muy cercano entre- si o que eran compadres de sangre.

Por eso se cantaba:

Compadre que a la comadre

No la mece las caderas

No es compadre de "A de veras".

Habían quienes guardaban la creencia firme de que si se lograba coger al gagon y se lo tenia de negro con un carbón arriba de los ojos, al otro día aparecía el tizne en la frente de quienes Vivian en adulterios, o como se ha dicho, de hallarse en grado prohibido.

 

EL CURA SIN CABEZA:

 "Esta leyenda también es común en varias ciudades interandinas del país; se cuanta que en otra época vivía un sacerdote de escandalosas costumbres, que mantuvo relaciones con numerosas beatas. Cuando el cura murió su cabeza fue cortada y se la llevaron los demonios", manifestó Jorge Castillo.
Desde entonces, el alma del Cura recorría las calles de Cuenca por las noches, buscando inútilmente su cabeza. Una versión mas picaresca de la leyenda asegura que el curita tenia la cabeza en su sitio, pero tan buena era que, para evitar miradas indiscretas cuando salía a sus andanzas ocultaba el cráneo bajo un manto, y de este modo se asimilaba a una alta figura decapitada. El propio sacerdote se encargaba de propagar la versión de "aparecido" para que sus buenos feligreses se abstuvieran de fisgonear por las noches.

 

EL FAROL DE LA VIUDA:

 Se cuenta que en tiempos lejanos una mujer de livianas costumbres solía verse con su amante por las noches, y que para ir a sus aventuras cargaba a su pequeño hijo de unos pocos meses de nacido. La chasquivana, una noche en el que cruzaba el rió Tomebamba, dejo caer a la criatura en las turbulentas aguas. Desesperada y arrepentida, se proveyó de un "mechero" o farolito de aceite, con el cual recorría incansablemente los márgenes del Tomebamba lamentándose por su hijo perdido y buscándole enloquecida. La afligida mujer murió pronto, pero quedo su espectro, que asustaba a los cuencanos trasnochadores con sus desgarradores encuentros y el farolito moviéndose al ras de la orilla del rió.
Castillo indicó que el aposento de esta dama se encontraba por el vado, y junto a la cruz había la casa del ruido, que según averiguaciones se imaginaban que eran producidos por un conocido doctorcillo por el día, y gagon por la noche, que lanzaba piedrecillas a la ventana de su querida y con flor de labios tenia estas coplas.

"Anoche me fui por verte

Por encima del tejado,

Salio tú mama y me dijo:

O esta otra, más impulsiva:

Anoche me fui por verte

Por abajo el canayuyu,

Salio tu madre y me dijo:

Todo lo de mi hija es tuyo…".






 

 
 
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